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Cómo reclamar al seguro de hogar por daños por agua o incendio

Cómo reclamar al seguro de hogar por daños por agua o incendio en España

Las averías domésticas llegan cuando menos se esperan. Un escape de agua que empapa el techo del vecino, una lavadora que se desborda o un cortocircuito que termina en incendio. En esos momentos, la teoría dice que el seguro de hogar está para responder. Pero la práctica demuestra que las aseguradoras no siempre lo ponen fácil. Reclamaciones que se demoran, peritos que minimizan los daños o interpretaciones dudosas de las coberturas hacen que muchos propietarios terminen asumiendo reparaciones que deberían estar cubiertas. Entender cómo actuar desde el primer minuto es clave para no perder derechos ni dinero.

Qué cubre realmente un seguro de hogar

No todos los seguros de hogar son iguales. Las pólizas básicas suelen cubrir daños por agua, incendios, robos y responsabilidad civil, mientras que las más completas añaden protección ante fenómenos atmosféricos, rotura de cristales, electrodomésticos o incluso asistencia jurídica. Sin embargo, las condiciones generales están llenas de matices que conviene leer con calma. Por ejemplo, algunas aseguradoras solo cubren fugas repentinas, no filtraciones por falta de mantenimiento, y excluyen los daños por humedad prolongada. En el caso de incendios, la cobertura suele ser más clara, pero también puede limitarse si el origen se debe a una instalación eléctrica defectuosa no revisada.

En la práctica, casi todos los conflictos con el seguro surgen por diferencias de interpretación. Para la compañía, un daño puede ser “desgaste natural”; para el asegurado, una fuga inesperada. Por eso, más allá de conocer la letra pequeña, es fundamental saber cómo actuar cuando el siniestro ocurre.

El momento del siniestro: actuar con rapidez

Cuando se produce el daño, la prioridad es detener su causa. Si se trata de una fuga de agua, cerrar la llave general y cortar la electricidad si hay riesgo. Después, documentar todo. Fotografías, vídeos, facturas de emergencia o cualquier prueba que permita demostrar el alcance real del siniestro. Este paso es más importante de lo que parece, porque muchos peritos visitan el domicilio días después, cuando ya se ha reparado parte del daño, y eso puede reducir la valoración.

El parte debe comunicarse al seguro lo antes posible, preferiblemente en las primeras 24 o 48 horas. La Ley del Contrato de Seguro establece un plazo máximo de siete días para notificar el siniestro, salvo que la póliza amplíe ese plazo. Pasado ese tiempo, la compañía podría alegar comunicación tardía, aunque en la práctica la mayoría acepta la notificación si se demuestra buena fe.

Una vez comunicado, la aseguradora envía a un perito para evaluar los daños y determinar si la cobertura aplica. Aquí es donde suelen empezar las diferencias: el perito representa a la compañía, no al cliente. Por eso, si el importe propuesto no cubre la reparación real o se minimiza la causa, el asegurado puede solicitar una pericial contradictoria. Este mecanismo, previsto por la ley, permite designar un segundo perito independiente y, si persiste el desacuerdo, un tercero que actúa como árbitro.

Daños por agua: una de las causas más frecuentes

Los siniestros por agua son los más comunes en España y también los que generan más conflictos. Las aseguradoras suelen discutir si la causa fue una fuga imprevista o un problema de mantenimiento. Una tubería antigua, por ejemplo, puede dar lugar a interpretaciones distintas. La clave está en demostrar que el daño fue súbito e inevitable. Las fotos, los informes técnicos y los partes del fontanero son fundamentales para probarlo.

Cuando el escape afecta a un tercero —por ejemplo, al vecino de abajo— entra en juego la responsabilidad civil. En ese caso, el seguro del propietario que causó la fuga debe responder por los daños ocasionados a terceros, siempre que la póliza incluya esa cobertura. Si no la tiene, el afectado podrá reclamar judicialmente, lo que suele alargar el proceso y multiplicar los costes.

El incendio en el hogar: una cobertura que puede salvarlo todo

El incendio es el riesgo más temido, y con razón. En cuestión de minutos puede destruir años de trabajo. En este tipo de siniestros, la aseguradora evalúa tanto el continente (la estructura del inmueble) como el contenido (muebles, electrodomésticos, ropa, objetos personales). Para calcular la indemnización, se tiene en cuenta el valor de reposición y, en algunos casos, la depreciación por antigüedad. De nuevo, las fotografías previas y los inventarios actualizados ayudan a acreditar lo que se perdió. Algunas pólizas exigen que el asegurado declare el valor de sus bienes al contratar el seguro; si la cifra es inferior a la real, puede aplicarse la regla de la proporcionalidad, reduciendo el pago.

Tras un incendio, la recomendación es no limpiar ni retirar restos hasta que el perito haya visitado el inmueble, salvo por motivos de seguridad. Cualquier modificación puede afectar al cálculo de los daños. También conviene avisar a la comunidad de propietarios y, si el edificio cuenta con seguro conjunto, coordinar la reclamación para evitar duplicidades.

Cuándo acudir a un abogado

Muchas reclamaciones se resuelven con paciencia y negociación, pero cuando la aseguradora se niega a pagar o ofrece una compensación claramente insuficiente, la vía legal es la única opción. Un abogado especializado en seguros puede revisar la póliza, interpretar las exclusiones y valorar si hay base para una demanda. Además, si el contrato incluye defensa jurídica —como ocurre en la mayoría de pólizas de hogar—, el propio seguro cubrirá sus honorarios, algo que muchos desconocen.

Un profesional también puede reclamar intereses por mora si la compañía incumple el plazo de pago de cuarenta días desde la recepción de toda la documentación. Este recargo, que ronda el veinte por ciento anual, es una herramienta eficaz para presionar a las aseguradoras que retrasan el abono sin justificación.

Los seguros de hogar son, en esencia, un contrato de confianza. Se firman para dormir tranquilos, no para pelearse después con quien debía ofrecer esa tranquilidad. Conocer tus derechos, leer las condiciones y actuar con diligencia cuando ocurre un siniestro puede marcar la diferencia entre un simple contratiempo y un problema económico serio. En España, la ley protege al asegurado, pero solo si este la hace valer.

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